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La “TRANSPARENCIA” Político-Administrativa mediante el uso de las tic.

La Constitución Española al artículo 105 b) establece el derecho de acceso a la información pública estableciéndose como información los contenidos y documentos, cualquier que sea su apoyo o formato, que estén en poder de la administración y que hayan sido elaborados o adquiridos en el ejercicio de sus funciones públicas. La irrupción del uso intensivo de las TIC por parte del ciudadano ha impulsado a los gobernantes a ver la necesidad de acercar la información de las administraciones públicas al administrado.

En este sentido la reciente normativa incorporada por la Ley de Transparencia, acceso a la información pública y el buen gobierno (Ley 19/2013 de 09 de diciembre), establece que este acceso únicamente está limitado por ciertos aspectos que tienen como objetivo la protección de corderos jurídicos que quedarían en grave riesgo de desprotección en el caso de hacerse pública la información.

Estos límites están definidos a la ley y están limitados básicamente por cuestiones de seguridad pública, de interés nacional, secretos judiciales, y de la confidencialidad de procesos de toma de decisiones.

La aprobación de esta ley, largamente elaborada por el anterior partido político en el gobierno y finalmente aprobada mediante el consenso político, viene condicionada por la necesidad por parte de los partidos políticos de intentar acercar la acción de gobierno a la ciudadanía aprobando una ley con la que evitar el oscurantismo que ha reinado en la acción de gobierno y en la gestión pública de las instituciones gubernamentales a todos los niveles (central, autonómico y local).

La desafección del ciudadano respecto a los políticos y a los partidos políticos es de tal magnitud que desde el interior de las organizaciones políticas y desde las instituciones han visto la necesidad urgente de implementar acciones que permitan al ciudadano dotarlos de unas herramientas suficientemente válidas cómo para que el ciudadano pueda acceder a todo un abanico de información bastante amplio, para que éste pueda formarse un criterio propio sobre la acción de los gobiernos, la gestión de la agenda pública, la rendición de cuentas (no sólo económica, si no también política).

La transparencia, como exigencia de la ciudadanía dirigida a los políticos y a los gobernantes, ha tenido importancia desde el momento en el que la ciudadanía ha sido consciente de que gracias a las TIC es muy fácil, económico, y ágil poder supervisar la acción de gobierno. Mediante las Tecnologías de la Información y la Comunicación, el ciudadano puede participar de una forma online en el control de los presupuestos, en el desempeño de la tarea de gobierno, en la supervisión del ejercicio político de los representantes institucionales, sin que para conseguir el acceso a los datos y a la información tenga que pasar por unos procesos burocráticos excesivamente complejos como era antes de la era digital.

Desde la década de los años noventa, con la popularización del uso de las TIC, éstas permiten que el ciudadano se acerque a la gestión política institucional y permite en último término: no únicamente el acceso a la información, si no el control de la acción de gobierno.

Los últimos años hemos visto la irrupción de la idea del Gobierno Abierto. El gobierno abierto como apertura de la acción política de los gobiernos y de las instituciones fundamenta su funcionamiento en tres principios fundamentales que permiten su desarrollo:

Transparencia, Participación y Colaboración. Los dos últimos principios necesitan la existencia del primero para poder existir. Sin la transparencia de la información, los datos y los Big Data, el ciudadano no puede participar en el Gobierno de su municipio, autonomía o Estado. Y esta información transparente, no sólo tiene que ser verídica –evidentemente- si no que también tiene que ser en tiempo real, completa, comprensible y de fácil acceso.

El uso de las TIC, en el ámbito de la transparencia permiten este acceso a tiempo real, con un coste económico casi nulo para el ciudadano (sólo requiere disponer de un acceso a banda ancha de internet) y con la posibilidad de almacenar gran cantidad de datos y de tratarlas y reutilizarlas. Esto permite directamente hablar de la interactividad y el traslado al ciudadano de la posibilidad de comunicarse mediante un canal comunicativo de forma bidireccional, cambiando de este modo el estilo, el formato y contenido del mensaje entre ciudadano y políticos o instituciones.

Desde la perspectiva normativa la corriente ciberoptimista considera que la transmisión de la transparencia en la información que nos permite la irrupción de las Tics, puede aventurar un proceso de cambio de sistema político con un acercamiento a las tesis de las democracias directas, con una participación ciudadana directa en las decisiones políticas.

Como consecuencia de la universalidad en el uso de las TIC, y del tratamiento de la información con transparencia, se producirá un incremento de la participación ciudadana, de la colaboración de los administrados con la propia administración: intercambiando datos, aportando conocimiento colectivo, multiplicando la inteligencia colectiva.

La irrupción de las TIC y el fácil acceso a información de calidad en tiempo real permite establecer mecanismos de participación en democracia directa a un coste prácticamente cero.

De hecho ya son muchas las aplicaciones informáticas que permiten intercambiar conocimiento, votar, y tomar decisiones colectivamente y de forma horizontal (Appgree, Agoravoting, PlazaPodemos, Liquidfeedback, Reddit, Etc…).

La perspectiva ciberoptimista consta de dos corrientes principales que asocian la transparencia de la información política con la participación ciudadana en la toma de decisiones políticas. Estas dos corrientes son la corriente populista, que parte de una visión individualista de los intereses particulares de los ciudadanos y que considera que esta transparencia permitirá al ciudadano el empoderamiento individual fomentado por el potencial transformador del uso intensivo de las TIC permitiendo comunicarse de forma vertical con los responsables políticos, que pasarán a ser gestores públicos de las decisiones tomadas por la ciudadanía, así como permitirá al ciudadano comunicarse en un plan horizontal entre ellos.

Desde esta corriente populista consideran que la transparencia permite acceder al BIG DATA (grandes bases de datos de la administración) mediante la OPEN DATA (apertura pública de datos), obteniendo información que pueden utilizar, reutilizar y generar nuevas aplicaciones que generen conocimiento y riqueza informativa.

La transparencia de la información y el uso de las TIC permitirán, por lo tanto, superar la frontera entre los gestores de lo público y la ciudadanía, relegando a otro nivel la democracia representativa, sustituyéndola por una democracia participativa del ciudadano.

La corriente comunitarista, por su parte, considera que la interacción de los individuos entendidos como colectivo y no como individualidad haciendo un uso intensivo de las TIC y disponiendo de transparencia en la información pueden garantizar una concreción en el logro de sus intereses como grupo. Traslada el epicentro político actual del estado al grupos de ciudadanos vinculados como comunidad.

Por otro lado, observamos los ciberpesimistas, que consideran que el uso de la transparencia mediante las TIC no aportará más democracia y participación si no que la brecha digital (el gap entre las personas que dispongan de acceso y conocimiento a las herramientas propias de las TIC, y las que no dispongan) comportará una fractura, y en último término el que conseguirá es que las élites políticas adopten las TIC para perpetuar su relación dominante.
A la otro banda de la perspectiva normativa sobre los efectos de las TIC en el acceso transparente a la información, encontramos la perspectiva positiva, constatando que las predicciones normativas no se cumplen y por lo tanto son erróneas.

Esta eufórica tendencia de la corriente ciberoptimista de la visión normativa, que considera que la tecnología puede incidir de forma considerable cambiando la participación y los sistemas políticos encuentra su crítica en la perspectiva empírica (teoría positiva), considerando que desde la óptica normativa no se puede acreditar que la transparencia en la información garantice un incremento de la participación individual o colectiva en la toma de decisiones políticas, ni que ésta tenga un carácter positivo en las políticas públicas, puesto que consideran que la transparencia no garantiza en último término la participación del ciudadano.

Desde la visión positiva se considera que la acción de los agentes políticos intermediarios (la agencia política) permite a muchos ciudadanos interpretar esta información, incluyéndole un valor añadido incorporado, que capacita al ciudadano no sólo para saber que se ha obtenido de forma transparente si no para entenderla. Es lo que se denomina marco institucional o Institutional framework.

Este aspecto es obviado desde la perspectiva normativa.
Desde la perspectiva positiva se pone de relieve que la proyección de la democracia directa: promover como desarrollo del Gobierno Abierto, no garantiza la elección racional pura, dado que intervienen otros aspectos como pueden ser la regularidad del sistema de consultas, la formulación de las preguntas, e incluso el número de preguntas planteadas o el número de opciones, trayendo al extremo consultas que ultrapasan respuestas de sí o no.

La crítica desde la perspectiva positiva a los ciberoptimistas comunitarios es que no es científicamente acreditable la existencia cuantitativa de una comunidad, ni parece que las TIC y el acceso a la transparencia informativa (la microelectrónica y el mundo virtual) sean antropológicamente el canal para constituir comunidades de seres humanos: Mucho más acreditado resulta que la transparencia en el debate político predisponga la participación del ciudadano que huye del oscurantismo en la prisa de decisiones políticas.

Finalmente, considero que el acceso a la información de forma transparente y de calidad permite en último término que el ciudadano pueda valorar la acción de gobierno, pueda participar activamente en la toma de decisiones (proponiendo políticas públicas, aportando conocimiento, tutelando a los gestores públicos), evaluando los resultados de la implementación de las políticas públicas.
Considero que el modelo Suizo de consultas puede servir de base o punto de partida para desarrollar un modelo de participación democrática del ciudadano, mediante un sistema de transmisión de información pública de forma transparente y con una implementación mixta de participación online/offline.

 

Redes Sociales y Tecnopolítica

Por tecnopolítica entendemos la capacidad de acción colectiva en las redes digitales, caracterizada por un uso táctico de las herramientas de comunicación microelectrónica a través de la organización estratégica de las identidades digitales.

Tecnopolítica no es solo el uso intensivo de Facebook o Twitter, sino la concepción profunda, intuitiva y masiva de estas redes como herramientas que permiten comunicar ideas online, movilizar personas off-line y en definitiva agitar social y culturalmente a aquellos participantes, con el objetivo puesto en una estrategia planificada cuya implementación provoque los cambios deseados por los actores intervinientes.

La tecnopolítica permite no solo participar en la difusión de ideas e incidir en los demás, sino que permite interconectar personas, interconectando cerebros. Internet, la red de redes, permite conectar personas mediante la creación de redes sociales, aplicaciones y plataformas. Permite conectar nuestros cerebros con otros cerebros, compartiendo pensamiento. De igual modo que dos procesadores comparten información entre ellos, las redes sociales permiten conectar personas entre sí, como una ampliación de las redes neuronales, mediantes nodos. De modo similar a las sinopsis que se producen entre neuronas en el interior de cada cerebro humano. En este sentido, Castells (2009) se manifiesta muy interesado en el estudio comparado de la neurociencia y del desarrollo de las redes interconectadas.

La tecnopolítica ha convertido la comunicación política en una comunicación de tipo multidireccional. En el pasado, la comunicación era unidireccional, de arriba hacia abajo, en el que arriba se situaban los actores políticos mediáticos y abajo los sujetos pasivos de las políticas. Como consecuencia del desarrollo de las comunicaciones microelectrónicas, este modelo ha cambiado, ofreciendo un feedback permanente que permite la constante interacción entre ciudadanos y actores políticos, en sus variantes más diversas. La Tecnopolítica ha inaugurado la era de la autonomía comunicativa de gran alcance. La interacción de los participantes teje una malla, red y en definitiva: una estructura multimodal conformada por la multitud de conversaciones, enlaces, noticias, imágenes configurando un ecosistema comunicativo ideal como nunca antes había existido.

En el campo político, esta malla o estructura de redes ha democratizado la participación política ciudadana, acercando el ciudadano al gestor público, permitiendo la interacción, desde cualquier lugar, mediante cualquier dispositivo (Smartphone, Tablet, ordenador personal, etc…) y en cualquier momento. Las comunicaciones multidireccionales ya no se circunscriben a un momento concreto, pueden establecerse en cualquier instante y lugar.

Las redes digitales permiten compartir conocimiento a coste cero, sin conocimientos informáticos demasiado avanzados y sin pertenecer a la comunidad de hackers y ciberactivistas avanzados, a los que antes quedaba reservado este coto. Actualmente ese uso de redes digitales, en su implementación tecnopolítica, se ha trasladado a todos los públicos, permitiendo la acción e interacción colectiva y multitudinaria.

Diversas son las aplicaciones que permiten compartir conocimiento entre personas que comparten inquietudes. La principal herramienta es Appgree –denominación conformada por las palabras App (aplicación) y Agree (estar conforme, coincidir)-, autodefinida como un nuevo medio de comunicación que da voz a grupos de cualquier tamaño, y con ella la posibilidad de participar en nuevas situaciones de comunicación. Esta aplicación, permite mediante técnicas de muestreo estadístico que una muestra aleatoria de personas sea representativa de un conjunto, permitiendo ( aunque podríamos decir: democratizando) alcanzar consensos y adoptar toma de decisiones conforme al sentir de la gran mayoría de los participantes.

El uso de estas aplicaciones (Appgree, Liquidfeedback, o Agora voting) son soluciones de tecnopolítica que ya están siendo implementadas por partidos como el Partido Pirata de Alemania, Equo en España, o el Partido de la Red en Argentina. Liquidfeedback es la plataforma de debate y elección más conocida a nivel mundial ya que fomenta el concepto de democracia líquida (la delegación de voto a una persona de nuestra elección, lo que permite votar constantemente), superando el concepto de democracia delegativa.

En España, el paradigma de moda en el escenario de participación ciudadana y tecnopolítica es la Plaza Podemos, un proyecto del partido Podemos que utiliza la herramienta de software Reddit, con un registro de más de 700 visitas mensuales. La Plaza Podemos permite iniciar un hilo y que éste sea desarrollado por los participantes, incorporando propuestas y votándolas.

La participación en la Plaza de Podemos está garantizada para todo aquel que desee participar con sus aportaciones. Para ello, los propios dirigentes (con Pablo Iglesias en cabeza) han facilitado el aprendizaje de estas aplicaciones mediante la publicación de tutoriales para cada una de las principales aplicaciones de participación (Plaza Podemos, Titanpad o Loomio). Respecto a Loomio, se trata de una aplicación de usabilidad popular, que facilita el debate entre los participantes de cualquier grupo, permitiendo la adopción de decisiones consensuadas mediante la recepción de votos. Titanpad, permite la edición común de textos y consensuar contenidos mediante la escritura colaborativa.

La tecnopolítica, mediante el uso de las redes digitales y la participación ciudadana permiten la aparición de una nueva forma de hacer política, una nueva forma de participación ciudadana. Quizás sea el inicio de una nueva era de democracia líquida, en la que la democracia delegativa de paso a una participación permanente de los ciudadanos en la toma de decisiones políticas, en la exigencia de rendición de cuentas y en la evaluación permanente de los gestores de lo público. Con la tecnopolítica desaparece la diferencia entre simpatizantes, militantes y votantes, adquiriendo todos ellos una suerte de nueva denominación: activistas políticos, una nueva forma de participación ciudadana, una nueva forma de ser sujetos activos en la gestión de lo público, abandonando la ciudadanía el espacio reservado a ser meros espectadores para pasar a ser actores directos.

La tecnopolítica rompe el monopolio en la dominación y el control del discurso creado en el espacio público de debate, dado que ahora ese espacio público que antes estaba secuestrado en manos de los propietarios de los Mass Media, pasa a ser organizado de forma autónoma por el ciudadano. Ahora pasan a ser las mayorías autoempoderadas las que gestionan autónomamente la información, permitiendo al ciudadano acceder a toda la información, sin más restricciones que las que el propio ciudadano se autolimite, con el único límite psicológico de no dejarse llevar por la opinión generalizada compartida.

 

La Globalización; un saldo negativo.

 

Las organizaciones económicas internacionales que mantienen el sistema económico en que se basa la Globalización, tienen su origen como consecuencia de un mundo creado a finales de la Segunda Guerra Mundial. En 1944, cuando los Estados Unidos observó que el fin de la Segunda Guerra Mundial estaba próximo y con ello, el enterramiento de los regímenes totalitarios que amenazaban su hegemonía, pusieron en marcha una serie de conferencias, reuniones y bases sobre las que construir un mundo que tradujese su esperanza en realidad. El libre mercado, el liberalismo salvaje sobre el que se había construido el “american dream” y la hegemonía de la economía de mercado eliminaban ya casi todas las trabas que podían encontrarse. La conferencia de Bretton Woods dio vida al FMI y al Banco Mundial y se empezó a gestar los acuerdos GATT. Los fines para los que fueron creados estos organismos han logrado sus objetivos, multiplicando el crecimiento económico, y liberalizando el comercio de bienes y servicios. Sin embargo, todas estas cifras han obviado el resultado real de la Globalización. El ciudadano “de a pie” alienado por la educación tutelada por las fuerzas políticas de la democracia liberal, continúa considerando que el crecimiento económico ofrece la respuesta adecuada a los problemas sociales y ambientales, y que con ella, la globalización económica constituye su principal motor. Existe un pensamiento único creado para concebir la globalización como un aspecto positivo en todas sus manifestaciones. Sin embargo, este proceso globalizador no es tan generoso como indica una primera visión sesgada de sus cifras económicas. Hay que analizar la globalización desde muchas otras ópticas que están siendo obviadas.

Considero que el saldo total de la Globalización ha sido negativo. Reconozco que esta afirmación no entra en los parámetros del political correctness imperante. Pero creo que es posible sostener que los únicos beneficiarios de la globalización son las mega-corporaciones financieras, las grandes transnacionales y los partidos políticos que han vivido a la sombra de este proyecto político configurado entorno al beneficio de unos pocos y al sacrificio de la gran mayoría. Stiglitz sostiene que los organismos económicos internacionales han tratado de perpetuar los intereses de los países más poderosos en detrimento de los intereses de los países más desfavorecidos. Esta afirmación me parece cierta, pero también considero que es incompleta, puesto que omite que los organismos económicos internacionales (FMI, BM, OMC), son totalmente apátridas y únicamente se rigen por criterios de beneficio financiero, desvinculándose de los intereses de los países. Stiglitz considera que los parámetros para cuantificar el crecimiento económico no deben circunscribirse a las cifras de PIB.

La globalización designa a este inaudito desarrollo como la omnimercantilización del mundo[1]. La mercantilización de todo, incluso del mundo, destruye el estado-nación y vacía la política de su sustancia, acumulando enormes amenazas sobre el medio ambiente, corrompiendo la ética y destruyendo las culturas. La Globalización ha dejado al Dios Mercado al cargo de todo, y en los últimos tiempos ya son muchas las voces que alertan sobre los perjuicios de dejar al libre Mercado como regulador de las economías, las sociedades y en definitiva del Planeta. Este libre mercado ha conllevado el mayor grado de desigualdad jamás conocido, polarizando el planeta en países desarrollados (Norte) y países “en vías de desarrollo” -léase: pobres- (Sur), pero no siendo esto suficiente, ha polarizado también las propias sociedades internamente, generando un cuarto mundo (el de los marginados, aquellos que han quedado excluidos de la vorágine consumista) y una nueva clasificación (centro-periferia). En esta división, los países del Norte o del Centro someten a los países del Sur o a la Periferia a sus condiciones económicas a modo de un nuevo imperialismo, determinado por los intereses de las grandes corporaciones de las que los Gobiernos hacen de ejecutores de las decisiones adoptadas por las élites de poder. Los representantes de los gobiernos tampoco esconden esta situación, no en vano, recientemente la canciller alemana Angela Merkel manifestaba en una locución radiofónica que las decisiones políticas adoptadas por la Unión Europea debían ser marketconform democratie[2]. Las grandes corporaciones financieras incrementan sus cuentas de resultado a costa del empobrecimiento generalizado de la mayoría de seres humanos. Es la cara oculta de la globalización.

En este contexto han surgido nuevas teorías económicas[3] (que no son tan nuevas) y que invocan a una economía no dirigida únicamente por el Estado, pero tampoco abandonada a las reglas del libre mercado, dado que los resultados de ambas formulaciones han dejado claro que ninguna de las dos formulas, aplicadas excluyentemente satisfacen el bien común.

El modelo actual de globalización es perjudicial para todos, salvo para los únicos beneficiarios (las élites financieras y las grandes corporaciones económicas). Para que la Globalización fuese beneficiosa para el conjunto de la humanidad, incluso para los países en vías de desarrollo, sería necesario cambiar la concepción económica actual, prevaleciendo el bien común sobre el individualismo, favoreciendo la redistribución de la riqueza, fomentando el crecimiento ajustado únicamente a la necesidad de las comunidades, imponiendo elevadas tasas a las transacciones financieras, erradicando las practicas financieras no-éticas y sancionando a aquellos países que mantengan la consideración de paraísos fiscales. Se hace preciso limitar las prácticas que promueven el beneficio económico por encima del beneficio de las personas, el medio ambiente y el Planeta.

La teoría del decrecimiento plantea el carácter necesario del crecimiento (además concebido como ilimitado) en el sistema capitalista como algo no universal y, por tanto, como algo con efectos colaterales importantes (contaminación, agotamiento de recursos, etc.) debido al carácter finito del propio mundo y sus recursos y a la relación establecida por el capitalismo entre riqueza (y consumo) y la felicidad del individuo.

Para Serge Latouche el progreso está en los cimientos de la economía, pero la economía también es necesaria para el establecimiento del progreso. En el mundo contemporáneo hay una “verdad” del progreso, del mismo modo que hay una “verdad” del desarrollo. El criterio de verdad del progreso no es otro que el PNB per cápita. Y la verdad del progreso reside en la invención y el cambio continuo de las técnicas, que son el factor privilegiado de ese crecimiento de las fuerzas productivas que es el desarrollo.[4]

En el escenario actual, los países con mayores recursos naturales se ven forzados a entregar parte de su soberanía tras procesos de colonización por parte de las multinacionales y de las élites financieras que mediante la presión internacional y de los mercados de deuda, se hacen con el control de la política del país imponiendo sus reglas, sus gobernantes y determinando el curso de la política del país, con el objetivo de controlar esos recursos naturales y con ello el mercado mundial de commodities (materias primas). De esta manera los países desarrollados gozan de una asistencia técnica descomunal de los países del Sur. Los países ricos representan el 20% de la población mundial y consumen el 86% de los recursos naturales.

Es imprescindible una transformación en la concepción de la economía y de la política. Se hace necesario acabar con el economicismo que lo impregna todo, y educar a la ciudadanía para que vuelva a entender que la política debe estar por encima de la economía, que la política debe dirigir la economía de los pueblos y no al revés. Es imprescindible que la lógica de la política se imponga y acabe con un sistema de crédito controlado por las élites financieras mundiales, pasando cada país a tener el control de su propio endeudamiento a través de su propio organismo bancario, no dejando a los Estados prisioneros de la banca[5], se hace imprescindible que los Estados mantengan bajo su control los Bancos centrales de turno[6]. En mi opinión una amplia implementación de políticas de Gobierno Abierto, que fomenten la democratización real de las políticas, basadas en open data, que promuevan la participación, la colaboración y la transparencia de todos los aspectos de la política y de la economía nacional, pueden ayudar a sacar del oscurantismo las relaciones entre los Gobiernos de los Estados y los ocultos intereses de la Alta finanza internacional. Se precisa un cambio radical del paradigma económico y político que rige el porvenir de nuestro planeta. Un nuevo paradigma se hace imprescindible.

Santiago García Casado